LA TRISTE Y LAMENTABLE VIDA DEL 95% DE LOS CUBANOS

LA TRISTE Y LAMENTABLE VIDA DEL 95% DEL CUBANO 2011 Esa cruel y desgarradora dictadura de más de 53 años hace que el cubano de a pie, viva desde que se levanta hasta que se acuesta en la Miseria. Apenas tienen que comer, no pueden tener un vehículo, no pueden tener una lavadora moderna, no pueden tener una televisión como Dios manda, no pueden tener una moto, no pueden tener una bicicleta,no pueden tener un buen par de zapatos, no pueden ser libre ni un minuto del dia. Es hoy Cuba la mayor prisión del mundo, y eso lo sabe la comunidad internacional.

lunes, 30 de enero de 2012

Los asesinatos de la dictadura cubana de los Hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz.



La muerte del ciudadano cubano Wilmar Villar Mendoza vuelve a colocar el tema político cubano en la mira noticiosa internacional. La prensa oficial de la Isla no tardó en dar su versión sobre el hecho. Una reacción que buscaba acallar el escándalo del fallecimiento de un preso al que Amnistía Internacional reconoció el estatus de prisionero de conciencia en diciembre último. La nota explicativa sobre la muerte de Wilmar divulgada por los medios de Cuba fue seguida por otra más extensa y agria en respuesta a la repercusión que tuvo este suceso en el exterior.
Aunque al gobierno cubano aparenta no perder la calma por el estado de la opinión pública sobre asuntos que atañen al mantenimiento de su poder absoluto se molesta en sumo grado cuando le juzgan por sus actos. Nuevamente el resquemor se avivó por las críticas provenientes de España, donde la mayoría de los medios del país criticaron al régimen de La Habana destacando su carácter dictatorial. El malestar del sistema unipartidista se acentuó por este repudio generalizado al que solo se resistieron sus más incondicionales. El sentimiento de rechazo resultó demasiado evidente. En uno de los segmentos del programa La noche en 24 horas de Radio Televisión Española donde se analizaba la noticia, los periodistas presentes en el debate coincidieron en hacer un juicio negativo sobre la situación existente la isla caribeña y la política seguida por el gobierno socialista de Zapatero. Incluso catalogaron de mesuradas las palabras de condena emitidas ese día por la vice presidenta Soraya Sáenz de Santamaría.
Para silenciar las voces de condena y al menos crear la duda entre quienes alzan reclamos de protesta por esta muerte, la propaganda castrista apeló a sus recursos de siempre: desacreditar y cambiar la historia a su favor. Casi desde su arribo al poder el gobierno de Castro se dio a la tarea de tildar a sus oponentes de traidores, esbirros, agentes del Imperio, confundidos, vagos, lumpen, delincuentes. Estos, entre otros calificativos, son los más utilizados por la dictadura para denigrar a sus víctimas.
Los epítetos han sido aplicados a conveniencia y según el estilo en práctica. El delictivo es el patrón de moda en la actual etapa. Fue aplicado a Orlando Zapata Tamayo fallecido tras mantener una extensa huelga de hambre. Una muerte que apunta al asesinato político. Volvieron a emplearla en el caso del disidente Juan Wilfredo Soto García, detenido después de ser golpeado en un parque de Santa Clara. A pocas horas de la liberación sin cargos se producía el deceso producto de un cuadro clínico inferido del castigo policial. El cuadro se repite con Wilmar Villar, presentado como un abusador de género al que se detuvo por la denuncia de su propia suegra. A esto se agregó el cargo por resistencia a la detención.
La viuda de Villar niega las pruebas presentadas por las autoridades sobre una supuesta acusación circulada en Cubadebate donde se incluye el certificado médico del maltrato. Presentar pruebas aportadas por familiares directos o cercanos de aquel a quien se quiere enlodar no es una táctica novedosa. Sobre la particularidad se recogen múltiples ejemplos en diferentes procesos totalitarios padecidos por la Humanidad. El de Cuba no es la excepción. Conozco de una madre que apostrofó a su hijo preso por un intento de salida ilegal del país. La mujer, en aquellos momentos una revolucionaria convencida, no cuestionó la condena desmesurada de doce años impuesta en un juicio sin garantías. Lejos de ello lamentó que el castigo fuera poco severo. Lo dijo delante de los carceleros. Otra se negó a visitar al hijo disidente encarcelado por ese motivo. Son casos extremos en una sociedad dominada por el influjo del líder supremo al que quedaron supeditados hasta los más sagrados lazos de familia, con la consecuente quiebra de la sociedad. Por ello las dudas son justificadas a pesar de los argumentos y las protestas de sinceridad expresadas por el sistema político imperante.
Ni siquiera sirven los testimonios presentados a través de documentos y declaraciones públicas presentadas como prueba sólida de probidad en un contexto donde nada se resiste a la manipulación. Legitimidad discutible de firmas, que aún siendo reales se hacen impugnables por el influjo del miedo o la presión; declaraciones invalidadas por el ajuste de un libreto riguroso dictado por los carceleros; fechas sin valor probatorio cuando es tan sencillo retroactivarlas en un papel. Datos todos elaborados a la medida de la autoridad absoluta que dispone de la maquinaria avasalladora contra el ciudadano común que se la enfrenta.
Pero aún si los personeros del gobierno tuvieran razón al afirmar que todos los que se les mueren en las cárceles son delincuentes y no personas que reclaman derechos políticos cabe el reparo cuando esto ocurre en un estado policíaco que determina juicios, condenas y castigos aplicados de manera arbitraria al margen del derecho de la defensa y con especial saña si se trata de casos políticos. De este asunto trata la muerte de Wilmar Villar, la de Orlando Zapata, la de Juan Wilfredo Soto o la de Adrián Leiva, mantenida esta última en la absoluta inercia investigativa. La falta de derechos y libertades es el punto que debe ponerse al día para que queden en claro las verdades de Cuba, esas que son en definitiva las verdades de la gente indefensa y sin voz a merced de los que les gobiernan.

José Martí (Si estuviera vivo mandaria al paredón a la saga "Castro".

El 28 de enero se cumplen 159 años del natalicio de José Martí, nuestro Héroe Nacional. Por este motivo, el 24 de enero se anunció en el Granma, órgano oficial del Partido Comunista (PCC) cubano, la “Marcha de las Antorchas, por Martí y por Cuba”. Osnay Miguel Colina, miembro del Buró Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), convocó a participar en ella a todos los que se sientan martianos.
Además, el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), Carlos Rangel Irola, explicó que las antorchas que portarán los estudiantes simbolizan el compromiso de esa generación por mantener las conquistas de la revolución, y el respaldo de la juventud cubana a la Conferencia Nacional del Partido.
Pero me pregunto si Martí estaría de acuerdo con tales conquistas, que para nosotros los cubanos no significan sino el PCC como partido único – donde él no podría estar representado, por sus ideas liberales –; un parlamento obediente que sesiona como un coro, llamado Asamblea Nacional del Poder Popular; los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que en cada cuadra se dedican a vigilar a los ciudadanos; un permiso imprescindible para salir del país, conocido como la Tarjeta Blanca, a la que el pueblo llama la “carta de libertad”; una población que hace maratones para adquirir cualquier otra nacionalidad, a pesar de la propaganda gubernamental de que este es el país perfecto para vivir.
¿Qué pensaría Martí, que fue un excelente escritor y periodista, si viera que en su país no hay libertad de prensa ni de expresión, porque todos los medios de difusión responden a los intereses del mismo dueño?
Uno de los pensamientos de Martí más utilizados en estos días, es “con todos y para el bien de todos”, y me pregunto si este “todos” incluye a los ancianos desamparados que deambulan por las calles en busca del sustento diario, o a los miles de cubanos sumidos en la miseria, sin esperanzas ni planes para el mañana, o a los que durante todos estos años han atravesado el estrecho de la Florida para escapar, y aunque algunos lo han logrado, muchos han perecido en el intento.
¿Qué pensaría Martí si viera que vivimos en una sociedad donde la mayoría de los ciudadanos tiene que “resolver” en sus centros de trabajo para no morirse de hambre?
Y aunque a Martí mucho le preocupaban los militares en el poder, hace más de cincuenta años que los cubanos estamos gobernados por los mismos militares asesinos.

Y por último, me pregunto: ¿cómo reaccionaría Martí si viera su ciudad natal, La Habana, tan destruida, cayéndose a pedazos, y sus calles tan oscuras como el sistema socialista que nos han impuesto por años?

viernes, 13 de enero de 2012

El Visionario de Cuba (1955).




 

Señor  Presidente y Señores Representantes:

            He pedido la palabra para explicar mi voto, porque deseo hacer constar ante mis compañeros legisladores, ante el pueblo de Cuba y ante la historia, mi opinión y mi actitud en relación con la amnistía que esta Cámara acaba de aprobar y contra la cual me he manifestado tan reiterada y enérgicamente.

            No me han convencido en lo más mínimo los argumentos de la casi totalidad de esta Cámara a favor de esa amnistía.

            Que quede bien claro que soy partidario decidido de toda medida a favor de la paz y la fraternidad entre todos los cubanos, de cualquier partido político o de ningún partido, partidarios o adversarios del gobierno.

            Y en ese espíritu sería igualmente partidario de esta amnistía o de cualquier otra amnistía. Pero una amnistía debe ser un instrumento de pacificación y de fraternidad, debe formar parte de un proceso de desarme moral de las pasiones y de los odios, debe ser una pieza en el engranaje de unas reglas de juego bien definidas, aceptadas directa o indirectamente por los distintos protagonistas del proceso que se esté viviendo en una nación.

            Y esta amnistía que acabamos de votar desgraciadamente es todo lo contrario.

Fidel Castro y su grupo han declarado reiterada y airadamente, desde la cómoda cárcel en que se encuentran, que solamente saldrán de esa cárcel para continuar preparando nuevos hechos violentos, para continuar utilizando todos los medios en la búsqueda del poder total a que aspiran.
Se han negado a participar en todo proceso de pacificación y amenazan por igual a los miembros del gobierno que a los de oposición que deseen caminos de paz, que trabajen a favor de soluciones electorales y democráticas, que pongan en manos del pueblo cubano la solución del actual drama que vive nuestra patria.

            Ellos no quieren paz. No quieren solución nacional de tipo alguno, no quieren democracia ni elecciones ni confraternidad.
Fidel Castro y su grupo solamente quieren una cosa: el poder, pero el poder total, que les permita destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía, una tiranía que enseñaría al pueblo el verdadero significado  de lo que es la tiranía, un régimen totalitario, inescrupuloso, ladrón y asesino, que sería muy difícil de derrocar por lo menos en veinte años.

            Porque Fidel Castro no es más que un psicópata fascista que solamente podría pactar desde el poder con las fuerzas del Comunismo Internacional, porque ya el fascismo fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y solamente el comunismo le daría a Fidel el ropaje pseudoideológico para asesinar, robar, violar impunemente todos los derechos y para destruir en forma definitiva todo el acervo espiritual, histórico, moral y jurídico de nuestra República.

            Desgraciadamente hay quienes, desde nuestro propio gobierno tampoco desean soluciones democráticas y electorales, porque saben que no pueden ser electos ni concejales en el más pequeño de nuestros municipios.

            Pero no quiero cansar más a mis compañeros representantes.

La opinión pública del país ha sido movilizada a favor de esta amnistía.
Y los principales jerarcas de nuestro gobierno no han tenido la claridad y la firmeza necesarias para ver y decidir lo más conveniente al Presidente, al Gobierno y, sobre todo, a Cuba.

            Creo que están haciéndoles un flaco servicio al Presidente Batista, sus Ministros y consejeros que no han sabido mantenerse firmes frente a las presiones de la prensa, la radio y la televisión.

            Creo que esta amnistía, tan impudentemente aprobada, traerá días, muchos días de luto, de dolor, de sangre y de miseria al pueblo cubano, aunque ese propio pueblo no lo vea así en estos momentos.

            Pido a Díos que la mayoría de ese pueblo y la mayoría de mis compañeros Representantes aquí presentes sean los que tengan la razón.

            Pido a Dios que sea yo el que esté equivocado.

            Por Cuba.


**  Rafael Díaz-Balart,  La amnistía, 1955.


domingo, 8 de enero de 2012

Futuro de la nueva Habana (Arquitectura).

Centro Asturiano (La Habana).

Edificio Bacardí (Habana)

Centro Gallego en la Habana.

Ideas para recontruir una de las ciudades más bellas que han existido.

Existen, La Habana Colonial, La Habana Republicana y La Habana Totalitaria. Las primeras fueron sumamente creativas, y la Republicana fue, además, de una capacidad constructiva extraordinaria. En la tercera etapa, el Estado usurpó a la sociedad la labor de hacer ciudad. Por lo tanto, el mayor problema urbanístico que enfrentaremos es recuperar la actitud positiva de hacer ciudad en un ambiente de libertad expresiva. La remodelación de La Habana no debe ser impuesta desde arriba, sino surgir del pensamiento y sentimiento de la sociedad, interpretados por sus urbanistas.

Al eliminarse la propiedad inmobiliaria, el Estado, sustituyendo a los propietarios, asumió los mantenimientos periódicos —además de la reparación y creación de vías y redes técnicas en una ciudad que ya entonces debía modernizarse—. Al incumplir esa gestión elemental, el Estado ha ocasionado la ruina de numerosos edificios, y la depauperación de calles, mobiliario urbano y redes técnicas.
La identidad urbanística de La Habana emerge de unos elementos muy claros:
 1. Las plazas: lineales (como El Prado) o centrales (como la De Armas), sitios de contacto humano.
 2. La cuadrícula o retícula grecorromana de sus calles y manzanas, que ordena la ciudad.
3. Los usos mixtos (comercios, oficinas, parques y residencias) que, con la cercanía entre ellos, incentivan la actividad peatonal.
4. Las densidades variadas, con predominio del uso intensivo del terreno, que crea ciudades compactas
. 5. Las fachadas continuas con un control de alturas por piso.
 6. Las arcadas, pórticos y columnatas públicas, el ámbito peripatético.
 7. Los corredores (paseos, alamedas, avenidas) y calles interconectadas en los nodos urbanos.
 8. Las esquinas de la ciudad, sitios de reunión vecinal.
 9. Los monumentos, fuentes, esculturas y murales, el adorno urbano.
10. Los parques arbolados con sus bancos y glorietas, sitios de descanso.
11. El sistema múltiple de transporte público, como alternativa al uso inevitable del automóvil.
 12. La escala monumental, inspirada en los castillos coloniales.
13. La atmósfera alegre y creativa que ha permeado, y permeará en el futuro, la actividad urbana en Cuba.
La Habana es una ciudad única en el mundo por su capacidad de crecer y "reinventarse" sin devorarse a sí misma. Pueden leerse en ella todos y cada uno de los eventos urbanísticos que la han marcado: desde la eficaz cuadrícula irregular de La Habana Vieja hasta la excelente ciudad jardín de los asentamientos de la alta burguesía de los 40 y 50 del siglo pasado, pasando por la magnífica cuadrícula neoclásica de El Vedado, o el espantoso urbanismo del "socialismo real" en Alamar. En La Habana, donde todo fue posible, las huellas del tiempo se mantienen en pie contra viento y marea. Esta seña identitaria sería, en mi opinión, algo a conservar. Pero la enorme dificultad que ello supone, en todos los sentidos, me hace ser muy escéptico con relación a su viabilidad.
No existe un punto general de equilibrio entre conservación y renovación. El equilibrio varía según el área de la ciudad donde se trabaje. Y el balance se debe encontrar después de que los valores de cada área se hayan evaluado y expresado adecuadamente. Toda remodelación creativa debe salvar —preservándolos— los sitios, edificios y ambientes urbanos y rurales que nos hablan de nuestra historia. Para lograrlo, es necesario elaborar un inventario de valores, área por área. Al mismo tiempo, no hay ningún inconveniente en insertar un edificio radicalmente moderno junto a un edificio histórico, siempre y cuando la fachada de aquel logre una continuidad espacial en sus alturas, piso por piso, y su calidad sea equivalente.
El planeamiento de El Vedado —con sus unidades vecinales de usos mixtos, avenidas circundantes y parques localizados a distancias peatonales— nos presenta un enfoque de una modernidad sumamente adelantada a su época que nos podría guiar en el desarrollo futuro.
 El modelo de restauración que se aplique deberá permitir que cada área de la ciudad aloje y exprese, de manera creativa y moderna, la vida de los ciudadanos, aceptando la visita del turista. No creo que estos criterios estén reflejados en el modelo de restauración que se está aplicando en La Habana Vieja, que no es más que un “parque temático”, una creación orientada prioritariamente hacia la explotación del turismo, en un ambiente que no refleja, más bien oculta, la vida miserable de sus habitantes.
Para emprender una remodelación a fondo de La Habana es imprescindible que existan un sistema democrático, con la menor intromisión del Gobierno en la actividad privada; un estado de leyes vigente y un profundo respeto de los derechos humanos en un ambiente de libertad colectiva; separación de los diferentes poderes del Estado; un régimen claro de propiedad privada, y una política económica de libre empresa.
 Por lo tanto, es absolutamente necesaria la transición a otro modelo político y económico. Para que la sociedad cubana vuelva a hacer ciudad, hay que transitar del statu quo de la destrucción al statu quo de la construcción.
No todos los regímenes estalinistas descuidaron por igual sus ciudades. Ahí están los casos de Praga o Budapest, por ejemplo. Pero el régimen cubano no sólo se ha mostrado ineficaz para conservar mínimamente el enorme legado urbano que encontró, sino que, a su apatía y falta de sensibilidad, sumó una actitud grosera, casi despótica, frente al refinamiento que, a pesar de todas sus desigualdades y problemas, tenía una ciudad como La Habana.
 El régimen no puede ser el problema y su solución a la vez. Cualquier posibilidad que pueda vislumbrarse en La Habana para un renacimiento futuro, pasa por un cambio sociopolítico, aunque en absoluto esté garantizado por éste. Soy muy escéptico en este punto. Creo sinceramente que La Habana futura será otra.
Ya queda poco tiempo, para los cambios esperados en Cuba, primero el político, luego el económico y a continuación los cambios en los hábitos diarios de sus ciudadanos, que tienen que estar comprometidos con la democracia, con el estado de derecho, con poner las bases de una nueva Constitución para todos los cubanos, y de ponerse a trabajar por sacar a su país de la pobreza y de la miseria y de mirar con optimismo el futuro que está a la vuelta de la esquina.
Cuba tiene que ser un ejemplo de transición de un régimen totalitario a una democracia real, tiene que ser ejemplo de trabajo, esfuerzo y de aunar las ganas suficientes para que sus gentes vivan en un ambiente de paz y tranquilidad.
El futuro está en manos del cubano, él tiene que escoger lo que quiere, si quiere democracia, tiene que luchar por ella, y sentarse a dialogar con todos los grupos políticos, y con todas las concepciones ideológicas, y olvidarse del resentimiento, y entregarse de lleno a la causa de los derechos humanos y las libertades.
Y también sus edificios y arquitectura necesita de la Libertad y de personas válidas que estén interesados en el futuro de su país llamado Cuba.

Cuba Democrática y en Libertad.

Fran País.


 
                                                                                Libertad para el pueblo de Cuba.