La
Revolución Cubana
tuvo su apoteosis durante la primera semana de 1959. Después del arribo de
Fidel Castro a La Habana, comenzó a petrificarse la Revolución, y a fracturarse
la sociedad: el poder se fue concentrando en nuevas manos, y fue condensándose,
como un agujero negro, que se lo tragaba todo. La espontaneidad de la vida
civil fue retrocediendo, paso a paso, ante la injerencia y la planificación del
gobierno.
La
Revolución Cubana, la verdadera,
tuvo tres momentos de ruptura esencial, o desintegración de su espíritu
libertario: cuando la “ofensiva revolucionaria” de 1968, que condenó a todo el
pueblo a depender del Estado; cuando el primer congreso del Partido Comunista
de Cuba, y su posterior Constitución de 1976, por la cual se inmovilizaron todas
las estructuras políticas de la sociedad; y cuando se abandonó el socialismo en
Europa del Este, tras lo cual se debilitó el ideal paradisíaco, y nació la
praxis de la supervivencia. En este caso, la “traición” fue no haber declarado
el fin de la Revolución mesiánica, sino continuar enarbolando un proyecto a
sabiendas fracasado.
Sin embargo, el único argumento que aceptaría como
evidencia de que la Revolución no ha terminado aún, es que la destrucción no ha
cesado. El día que vea renacer a este país de sus cenizas –o mejor dicho, de
sus ruinas– sabré que la Revolución terminó.
La ciudad es el espejo del alma de sus moradores, ella
los describe, pero también los afecta. Una ciudad ruinosa está habitada por
almas ruinosas. Y lo peor, es que el arruinamiento (económico, moral y
psicológico) se acepta como un proceso indetenible.
Creo
que el Ministerio de la Construcción, cuyo nombre es un eufemismo, debería
volver a llamarse Ministerio de Obras Públicas, pues salvo algunos hoteles,
policlínicos, y edificios de “bajo costo” –que es la construcción más
desarrollada que ha existido en Cuba, después del bohío– apenas se nota su
actividad de producción urbana. Y las nuevas viviendas suelen compensar sólo
una parte de las que destruyen los huracanes. El papel de imaginar y diseñar la
ciudad debe serle restituido a los arquitectos, y debe permitirse la iniciativa
de empresas inmobiliarias que respondan más a los intereses de la comunidad.
Efectivamente, La Habana se cae en pedazos lentamente, como un glaciar que
llega a su destino. Cuando este proceso pueda detenerse hay que adoptar medidas
para que el ímpetu de los beneficios inmediatos de la libertad y la necesidad
de aliviar cuanto antes las penurias económicas acumuladas por tantos años, no
acaben por destruir los tesoros que quedan de la ciudad.
Aunque es un proyecto
dedicado a La Habana ,
sirve para la valorización y la preparación del rescate de las demás ciudades
cubanas que están sufriendo el mismo proceso de deterioro. En cualquier nación,
las ciudades representan el esqueleto, la estructura íntima que sostiene su
cultura y su civilización, la expresión más tangible de su historia. Lo que
vemos en La Habana ,
aún a través de sus ruinas, son quinientos años de nuestra existencia no sólo
como habaneros sino como cubanos. La
Habana es de todos los cubanos como son todas nuestras
ciudades aunque no vivamos en ellas. Su desaparición sería una tragedia
impensable, como si alguien viniera y nos anunciara que no sólo hemos dejado de
existir sino que además no existimos nunca.
Esperemos no pase mucho
tiempo mas con esa destrucción del país, el tirano debe de marcharse de una vez
por todas (aunque yo creo que ya se fue su alma), pero queda su cuerpo envuelto
en sabanas viejas de su revolución y de aquellos que todavía lo aman, lo añoran
y irían con él al fin del mundo.
Cuba tiene que renacer
de sus cenizas o ruinas, pero tiene que ser pronto, porque sino ya no habrá
ruinas ni cenizas que recoger, sino que habrá que recoger cadáveres de seres
humanos que han muerto de hambre, han muerto de cóleras, han muerto de
sufrimiento en las cárceles dañinas que existen escondidas en nuestra patria.
Cuba, y sobre todo la
gente, tiene que despertar y perder el miedo, con miedo no habrá futuro, con
miedo no habrá libertad, con miedo no habrá cambio a mejor vida, con miedo no
habrá proyecto de ningún tipo.
No puede ser eterna
esta dictadura de los hermanos Castro, no puede ser eterno su adoctrinamiento,
no puede ser eterno el miedo a estos dos asesinos, no puede eterno el culto a
su personalidad, y no puede ser eterno, una dictadura que ha ocasionado tantos
muertos, tantos salidas sin retorna a su tierra natal, y tantas lágrimas que
han caído al mar sin sentido.
No se puede vivir de
esa manera, ya la comunidad internacional, tiene que poner fin a este genocidio
que dura ya 54 años, todo tiene un fin y el fin de la dictadura de la saga Castro, tiene que tener
los días contados.
Da lástima, ver las
ciudades en ruinas, ver el rosto de sus habitantes, ver a los niños sucios por las calles, ver la
basura en los contenedores a rebosar,
sin que nadie la recoja, las ciudades huelen mal, huelen a demás a
suciedad, huelen al humo de los vehículos viejos que las transitan, huelen al sudor de sus habitantes, y huelen a
podrido a un asco que te penetra en tu interior y te hace daño
cuando respiras.
Pero no huele mal las casas de los "patriarcas", de esa nomenclatura que tiene en su poder el 95% de la riqueza de su país, las mejores viviendas, las mejores tierras, la totalidad de los hoteles, todos los barcos, todos los aviones, son los "Terratenientes" del siglo XXI.
Ademas de lo material, tienen el cuerpo y alma de todos los cubanos, tienen encarceladas las sonrisas, los llantos, las alegrias y las penas del ciudadano de a pie.
Tienen entre barrotes su libertad, su inocencia, su ternura, sus lágrimas cristalizadas, su orgullo y su tristeza que es el fiel reflejo en su cara cuando caminan por sus calles abandonadas y olvidadas.
Viva Cuba libre y democrática.
Fran País Matos.
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