Tras
la breve alocución del General-Presidente, Raúl Castro, sobre la
excarcelación de Alan Gross y del “ciudadano de origen cubano”
al servicio de la inteligencia estadounidense, así como de otros
reclusos que recibieron “beneficios penales, incluida la
excarcelación de personas sobre las que el Gobierno de los Estados
Unidos había mostrado interés”, en la que, además, anunció el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países,
continuó la vida cotidiana en la capital cual si no estuviéramos
asistiendo a un momento de trascendencia histórica que pone punto
final a 50 años de diferendo ininterrumpido entre nuestros dos
países.
Con
los acuerdos alcanzados después de meses de negociaciones, el
panorama político regional cambia dramáticamente, a la vez que tan
controversial decisión deberá, en principio, influir en cambios más
significativos hacia el interior de Cuba, toda vez que caen por
tierra las justificaciones de la parte cubana sobre “el enemigo”
que nos asedia, nos bloquea e impide el avance económico y social de
la Isla.
Por
supuesto que sería ingenuo suponer que el régimen realice
transformaciones esenciales o que permita una apertura política o de
derechos humanos, en especial los relativos a las libertades de
expresión y de asociación, por solo mencionar los puntos más
“peligrosos” para su supervivencia. Se trata de la misma
dictadura, cercana a los 56 años de poder totalitario y es de
esperar que apele a cualquier triquiñuela para evadir los cambios
que pongan en riesgo su autoridad en Cuba. No obstante, eso no
significa que el inmovilismo mantenido durante medio siglo por la
política exterior estadounidense hacia Cuba fuera una buena fórmula.
La
estrategia lanzada hoy por la casa Blanca, si bien arriesgada, pone
contra la pared a la cúpula cubana, en especial de cara a una
comunidad internacional que hasta ahora ha tolerado con pasividad las
continuas violaciones de los derechos humanos en Cuba, e incluso ha
elogiado a la satrapía Castro por sus logros en materia de salud y
educación por la existencia de una política beligerante del país
más poderoso del planeta y la supuesta necesidad del régimen de
defenderse de él. Roto el inmovilismo y restablecidas las
relaciones, ahora habrá que ver en qué dirección se mueven los
actores y qué cambios se derivarán del nuevo escenario.
Es
conocida la debilidad de la incipiente sociedad civil cubana, de su
orfandad jurídica y de la ausencia de instituciones autónomas que
la respalden, de manera que en la ruta hacia la consecución de la
democracia no podrán faltar los apoyos y la buena voluntad de los
países civilizados y de los organismos mundiales, so pena de
condenar al fracaso los esfuerzos, sacrificios y aspiraciones de
varias generaciones de cubanos demócratas. El presidente
estadounidense parece estar consciente de ello, al expresar en su
discurso su compromiso con esas esperanzas.
Una
Cuba indiferente
La
noticia tomó por sorpresa a los cubanos. Sin embargo, contrario a lo
que cabría esperarse de tantos años de “luchas por el regreso de
los Cinco”, y después de los cuantiosos recursos invertidos en las
campañas internacionales para alcanzar su liberación, no hubo
apoteosis de pueblo lanzado a las calles, no se convocó a su
recibimiento, ni se divulgó en vivo por los canales de televisión
la llegada de los muy esperados “héroes”. La Habana continuó su
rutina de siempre, solo alterada por la inusitada entrega de una
libra de pescado (jurel) por cada consumidor, acontecimiento que
colmó las expectativas de la población, al menos en Centro Habana,
que formó las correspondientes colas ante las carnicerías
estatales.
Mientras,
un grupo de estudiantes fueron movilizados en la Universidad para dar
algunos gritos y vivas, sin que quedara muy claro si el verdadero
motivo de su alegría era la liberación de los espías o la
repentina posibilidad de abandonar las aulas más temprano que de
costumbre.
Solo
el noticiero estelar de la noche pasó un breve reportaje,
cuidadosamente preparado y destinado a agitar la sensiblería
popular, mostrando el reencuentro de los espías liberados con sus
familias, y las palabras del cabecilla del grupo, Gerardo, expresando
al General-Presidente su disposición a seguir sus órdenes. “Para
lo que sea”, dijo el siervo impenitente. No se le ocurrió al
soldadito pensar que en un ambiente de buenas relaciones que deberán
comenzar a fluir entre ambos países no se vería bien una nueva
aventura de espionaje.
Lo
cierto es que, en contraste con el evidente deterioro físico de Alan
Gross, los espías cubanos lucían gordos y rozagantes, como si en
lugar de haber permanecido en las duras condiciones carcelarias que
denunciaban los medios oficiales hubiesen regresado de un picnic o de
unas largas vacaciones.
El
relieve de una ausencia
Quizás
el dato más significativo de la jornada al interior de Cuba es el
escandaloso silencio de Fidel Castro.
Ya
había sido suficientemente notoria su ausencia mediática durante y
tras la celebración de la Cumbre del ALBA, a diez años de la
creación de esa entelequia por él y por su pupilo, Hugo Chávez.
Pero el mutismo ante dos acontecimientos tan vinculados a su
existencia como el fin de una historia de confrontación sobre la que
cimentó la leyenda revolucionaria, y el arribo a la Isla de los
protagonistas de su postrera “batalla”, son sumamente elocuentes.
Resulta
muy sintomático que se haya precipitado el regreso de los estos tres
espías, quizás el suceso más feliz del año para el reflexivo en
jefe, y no aparezca ni una nota apócrifa con una copia de la
conocida firma al pie de página. Todo indica que, o bien el sumo
druida se encuentra sumido definitivamente en un profundo estado
vegetativo, o bien ya abandonó este “valle de lágrimas”. Si tal
fuera el caso. No cuenten con las mías.
Estas imágenes datan en distancia más de 50 años, y la vida del mas allá lo estará esperando para juzgarlo, ya que lo vida no la va a absolver, como cuando el asalto del cuartel moncada.
Viva Cuba Libre y Democrática, esperando que éste año que viene 2015 sea un año crucial para el camino hacia la democracia en nuestra querida y dolorida Cuba.
Siempre con la democracia.
Fran País.
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