Lamentable lo que vemos en las
calles de la Habana, parece que estamos
en el NEPAL de los terremotos.
Un tipo desgarbado, harapiento,
de tez negra y visiblemente borracho, vende tres pares de zapatos viejos, un
par de tomacorrientes mustios y algunos artículos de plomería también con las
huellas de haber sido tomados de un basurero.
Los artículos están en el piso.
Quien los oferta permanece sentado en uno de los laterales del quicio que se
levanta en el borde de la acera. A lo largo de la cuadra van llegando otros
comerciantes con similares productos.
A simple vista se nota su
divorcio con el agua y el jabón. Basta acercársele para sentir el mal olor que
se desprende de sus vestimentas, ver los trazos del hambre en los rostros o las
evidencias de una ebriedad crónica.
Algunos pregonan su mercancía
en alta voz. Otros hacen mutis o se esfuerzan por no quedarse dormidos. En
pocos minutos son más de 20 personas, en su mayoría hombres. Pese a encontrarse
en las antípodas del marketing, reciben clientela.
Estos últimos no pueden ocultar
la alegría de haber hallado un grifo salpicado de herrumbre, una cortina para baños
empercudida y deshilachada en algunos de sus extremos o un radio portátil que
funciona aunque aparente lo contrario. Todo a precio de ganga, con defectos,
pero siempre útiles para paliar sus miserias.
El mercado informal que
describo tiene su mayor concurrencia en el segmento de la calle Corrales entre
Egido y Zulueta, en el capitalino municipio de la Habana Vieja, aunque tuvo sus
orígenes en la cuadra posterior.
Nadie que pase por allí podría
cuestionar que se trata de un espacio conquistado por los usufructuarios de la
extrema pobreza. Los hombres nuevos que no supieron adaptarse a los zigzags de
la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, tal y como
lo proclamó Fidel Castro en uno de sus kilométricos discursos durante la estructuración
del socialismo, constitucionalmente irreversible desde el 2002.
Ellos son una extensión de la
marginalidad que se ha apoderado del país. Es el triunfo de la cochambre y el
mal gusto. El florecimiento de la indigencia como alternativa a la desesperanza
y el miedo.
El aumento de ese sector en
diversos puntos de La Habana, invita a hurgar en las causas. La crisis
habitacional, los salarios de servidumbre y la galopante inflación junto a la
ausencia de alternativas laborales viables, son a menudo los motivos para
refugiarse en el alcoholismo y las drogas.
El destino final es la
supervivencia en esos submundos paridos por las circunstancias. La humildad
llevada a extremos que las élites del gobierno insisten en desconocer. No
obstante ahí están los vendedores de la calle. Gente que no necesita una
licencia para ejercer la labor que le proporciona un sustento mínimo.
Solo quieren sobrevivir a su
manera y en eso parece que han logrado un cierto margen de tolerancia por parte
de los órganos del llamado Poder Popular y de la policía.
Junto a los ríos de aguas
albañales, la mugre en las fachadas de miles de inmuebles y los apilamientos de
escombros de algunas de las edificaciones que colapsan con alarmante
frecuencia, están los cada vez más numerosos grupos de indigentes. Una imagen
imposible de ocultar tras el velo de las monsergas políticas. Esos camuflajes
están tan deslucidos como los cachivaches que exhiben los mendigos de La Habana
Vieja.
Lo mas
doloroso es que esta situaciòn irà creciendo, por el relativo crecimiento del
envejecimiento, es decir, muchos llegaràn a la tercera edad con pensiones
miserables (el que la obtenga) que no alcanzan para sobrevivir y aquellos que
no tengan familia que los ayuden se dedicaràn a estas labores.Sin embargo la
dictadura prefiere ocuparse de que Rusia le suministre armas modernas (no se
sabe para que) en vez de proporcionarle otro tipo de ayuda, tampoco la
dictadura permite la liberalizaciòn del mercado y de las fuerzas productivas
del pais, manteniendo obstinadamente la planificaciòn centralizada y el control
de toda la economia. El problema es de tal dimensiòn en la economia cubana que,
aunque la dictadura cambiara su actitud, esta situaciòn se ha ido muy por
encima de sus posibilidades para resolverla en un corto o mediano plazo por no
decir nunca, Cuba necesitaria ademàs de una real apertura economica y politica,
un Plan Marshall.
Así quedará La Habana, cuando desaparezcan los dos hermanos Castro, parece que ha sucedido una gran guerra, con su enemigo el de siempre, pero no es así, ellos a propósito han dejado caer todos los edificios bonitos que había en la Habana.
Así están gran parte de los hospitales en La Habana, las personas mayores se mueren por falta de recursos, y las cuentas en Suiza, están llenas de millones de dólares.
Y el tirano, le gustaba estar con los tiranos, Dios los cría y ellos se juntan.
Dios no puede ser tan malo con nosotros.
Fran País.
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