LA TRISTE Y LAMENTABLE VIDA DEL 95% DE LOS CUBANOS
lunes, 21 de diciembre de 2020
lunes, 28 de septiembre de 2020
Esperanza, esperando la llegada del Fin del Castrismo en Cuba y en Latinoamérica.
Pobreza y Miseria por toda Cuba.
En el año más duro que ha tenido el castrismo desde la crisis de los noventa, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos ha asestado un golpe demoledor para recortar los ingresos de la dictadura en los rubros del turismo, la exportación y el intercambio con Estados Unidos, sea en el ámbito cultural, educacional, académico o deportivo. Las nuevas sanciones, anunciadas el pasado 23 de septiembre, se corresponden con el objetivo central de la administración Trump, de eliminar o reducir al mínimo las fuentes de financiamiento que el régimen de La Habana utiliza para el control y la represión de sus ciudadanos, así como la desestabilización regional, y canalizar dichos recursos hacia el pueblo cubano y su sector privado.
La lista de hoteles y empresas prohibidas para los
estadounidenses asciende ahora a 433 propiedades afiliadas de manera directa al
castrismo o sus testaferros. Asimismo, se prohíbe la importación a territorio
norteamericano de ron y tabaco cubanos en cantidades comerciales, dos de los
principales productos exportables que generan altas sumas a la nomenclatura
castrense.
El Departamento de Estado aumentará también las restricciones a
los viajes de estadounidenses enfocados en el intercambio profesional, la
organización de conferencias, presentaciones artísticas o eventos deportivos;
pues cada una de estas actividades es controlada por el régimen, benefician a
entidades que sirven al régimen y funcionan además como un canal de
adoctrinamiento a los visitantes, que entran en contacto solo con la Cuba que
el castrismo quiere dar a conocer como parte de su propaganda internacional.
La política del embargo de
Estados Unidos hacia Cuba tiene sus orígenes en la confiscación sin
compensación alguna, por parte de Fidel Castro, de miles de millones de dólares
en propiedades que hoy son explotadas no para asegurar el bienestar del pueblo
cubano, cada día más empobrecido; sino la permanencia en el poder de una élite
militar-empresarial que controla la economía escudándose tras la justificación
de que todo el dinero que se recauda es para sufragar los sistemas de salud y
educación gratuitos, además de asistencia y seguridad social.
Sin embargo, la cantidad de reclamos y denuncias hechas por los
cubanos ante los órganos jurídicos del país, o publicados en redes sociales,
demuestra que el sistema de salud es deficitario, negligente y agobiado por
escaseces de todo tipo; una realidad que contrasta con las clínicas
perfectamente equipadas y abastecidas que el régimen mantiene en países como
Qatar, y hasta fecha reciente, Bolivia. Treinta años lleva el castrismo
denunciando el embargo en Naciones Unidas, y en ese mismo lapso ha gastado
cientos de millones en servicios de inteligencia para ampliar su influencia
nefasta en la región latinoamericana.
El dinero que debió ser utilizado para invertir en tecnologías
de alto impacto en la producción de alimentos, medicinas, forraje para el
ganado, importación de insumos médicos, desarrollo inmobiliario, programas
sociales y un largo etcétera, fue destinado a instaurar y mantener en el poder
a gobiernos de izquierda, que a su vez se dedicaron a empobrecer y reprimir a
sus ciudadanos en nombre de una igualdad social imposible a menos que sea en la
pobreza.
Los ingresos generados por el turismo, la exportación de
servicios médicos y las remesas no se han traducido jamás en bienestar para el
pueblo de Cuba. El deshielo promovido
por la administración Obama depositó cifras multimillonarias en las arcas de la
dictadura, mientras que los cubanos solo disfrutaron de un espejismo de
libertad. El cuentapropismo, que tuvo unos pocos años favorables gracias a la
administración demócrata, hoy padece bajo la presión del régimen, que ha dejado
claro, con la nueva oleada de allanamientos y expropiaciones televisadas en
horario estelar para intimidar a la población, su odio al sector privado y la
iniciativa individual.
Si el castrismo no supo aprovechar al máximo aquella apertura
generosa para el bien de Cuba y los cubanos, hoy no le queda más remedio que
lidiar con sanciones de una severidad inédita, a la par que se
derrumban los mitos de la solidaridad, el altruismo, la potencia médica y la
soberanía alimentaria. El embargo per
se no es la causa de la ruina que consume a Cuba. Sus leyes
han agravado los males provocados por una dictadura que sumió al país en la
improductividad, la mendicidad, la dependencia; y no conforme con ello ha
exportado su modelo ideológico de miseria y represión a otras naciones del
continente.
Cuba entera se derrumba, a nadie le importa.
Esa influencia maligna debe ser conjurada. Permitir que la
dictadura gane el dinero que le permite mantener a todo un pueblo de rodillas
es irresponsable y vergonzoso para el mundo libre. Ni dólares ni prestigio
internacional para un régimen que alquila y extorsiona a sus médicos; que
promueve la intimidación, el secuestro y la cárcel para silenciar a opositores
políticos; que recaba donaciones y préstamos para impulsar la producción de
alimentos mientras las tierras de este archipiélago siguen ociosas o invadidas
por el marabú; que ante organismos internacionales preconiza la defensa de los
derechos civiles, pero no cesa en su acoso a quienes denuncian tanto su
incompetencia como sus arbitrariedades.
Y el lujo de la Saga Castro.
Oportunidades ha tenido el mal gobierno encabezado ahora por
Díaz-Canel de dialogar con todos los actores de la sociedad civil cubana, de
reparar la confianza dañada por décadas de mentiras y abusos, y abrir finalmente
las puertas a una democracia sin cortapisas. En lugar de soltar amarras, ha
elegido el hambre como instrumento para asegurarse el sometimiento de la
población, y el inmovilismo que obliga a emigrar a tantos buenos cubanos.
Vengan entonces los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre la peor
escoria de América Latina.
El infierno de los médicos del castrismo
Represión, cárcel o exilio amenazan a los
doctores cubanos que se rebelan en las misiones a las que les envían.
Más de 1.500 profesionales de la salud de Cuba se han
desplegado en 20 países distintos para luchar contra la pandemia que azota al
planeta. Gobiernos y administraciones han pactado con La Habana para recibir a
las polémicas brigadas médicas, cuyos componentes son "sujetos de
un proceso de vigilancia y regulación extrema de su vida que es propio de un
futuro distópico de Orwell", denuncia a EL MUNDO José Miguel
Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch (HRW).
Represión, cárcel o exilio amenazan a los doctores que
se rebelan ante el menoscabo de sus derechos. "Los médicos ofrecen
valiosos servicios a numerosas comunidades, pero a costa de sus libertades más
básicas", concluye Vivanco.
La prestigiosa ONG ha investigado a fondo las
interioridades de lo que denuncia como explotación o incluso trabajo forzoso.
"Los relatores de la ONU le han advertido a Cuba que las condiciones a las
que someten a estos médicos incluso podrían considerarse una forma de
esclavitud moderna", pormenoriza a EL MUNDO el director de HRW.
Un férreo manual de normas represivas acompaña a los
médicos cubanos que viajan al exterior, que en algunos casos recuerdan
a mecanismos de control social ya superados incluso en la isla. El personal
debe reportar a sus superiores todas sus relaciones amorosas. También está
prohibido mantener relaciones con personas que mantengan "posiciones
hostiles o contrarias a la revolución cubana" o "cuya conducta no sea
acorde con los principios o valores de la sociedad cubana". Vivir
con personas no autorizadas vulnera los códigos de conducta.
Los brigadistas deben cuidar con esmero su presencia
pública, evitando frecuentar lugares que dañen su prestigio o donde se puedan
producir alteraciones de orden público. Para participar en actos políticos,
como a menudo hacen en Venezuela, deben contar con el permiso de sus
superiores.
Las sanciones más graves abocan a procesos con penas
de hasta ocho años de cárcel, el mismo tiempo de "castigo"
sin regresar a la isla que supone el abandono y huida de la misión. Esta
disposición viola, según HRW, el derecho consagrado a ingresar al país propio
que se aplica a todas las personas, incluidos los ciudadanos cubanos.
Al ser considerados como "población
regulada", los médicos sólo pueden viajar al exterior con permisos
especiales. En los últimos reclutamientos para luchar contra el Covid,
médicos confesaron a la organización Prisioners Defenders que aceptaron el
trabajo porque temían represalias o lo hacían para conseguir alimentos o huir
del país.
Las pesquisas de HRW y las de Naciones Unidas
reportan "excesos de horas trabajadas", limitaciones en
vacaciones y salarios y las amenazas ya relatadas. En su respuesta a la ONU, el
gobierno cubano negó las acusaciones y señaló a los relatores de derechos
humanos por "fomentar espurias campañas promovidas por el gobierno de
EEUU". Las excusas de siempre.
La gran novedad es que en esta ocasión HRW no se
dirige a Raúl Castro o al nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel, sino
a los países que reciben a los médicos para que sean "conscientes de que
si no presionan a Cuba para que modifique este sistema draconiano, se pueden
transformar en cómplices de graves violaciones a los derechos humanos",
explicó Vivanco.
La prioridad son los países europeos que
apoyan financieramente las misiones médicas, así como los países de la región
latinoamericana que han considerado solicitar estos médicos para enfrentar la
pandemia, como México, Perú y Argentina.
El modus operandi en revolución convierte a sus
médicos en su fuente principal de ingresos en medio de una coronacrisis que ha
paralizado el turismo. El último dato es que las misiones reportan al
país 5.500 millones de euros, "lo que representa el 43% de las exportaciones
totales", según el economista Pavel Vidal, antiguo funcionario del Banco
de Cuba.
Un asunto de Estado, vital para la revolución y en el
que vuelca a todo su aparato de propaganda. Otra cosa es el trabajo de los
médicos en cada país, que concita aplausos y también críticas. Venezuela, pieza
clave de este puzle, acaba de recibir con bombo y platillos revolucionarios una
brigada en Zulia, epicentro de la epidemia. En ese estado ya son una
docena los médicos locales fallecidos.
"Es una mezcla de populismo y mentira. Nuestros
médicos no cuentan con medios de bioseguridad y en cambio ello sí
tienen todo el material de protección", protestó el diputado José Manuel
Olivares, comisionado para la Salud de la presidencia encargada.